jueves, 7 de abril de 2011

"Los mejores Malbec y Torrontés se hacen en la Argentina"


El bodeguero suizo más famoso del momento, propietario de las bodegas salteñas Amalaya y Colomé habla sobre el mundo del vino a nivel mundial

Donald Hess es uno de los grandes referentes de la industria vitivinícola mundial y el presidente del grupo Hess Family Estate. Nació en Suiza, tiene 73 años y es propietario de siete bodegas en el mundo: tres en California ( Sequana , Artezin y Monte Veeder ), una en Sudáfrica ( Glen Carlou ), una en Australia ( Peter Lehmann ) y dos en Argentina ( Colomé y Amalaya ) en los Valles Calchaquíes. Además, es uno de los coleccionistas de arte contemporáneo más importantes del mundo.

Atraído por el paisaje y el desafío de producir vinos de alta calidad, en febrero del 2001 invirtió en la Argentina y compró la bodega Colomé en Salta (con los viñedos más altos del mundo a 2.300 metros de altura), luego inauguró un museo de arte contemporáneo y en diciembre del 2010 abrió Amalaya, su segunda bodega salteña, en el Divisadero. Si bien es conciente del enorme desafío que representa, está convencido de poder llevar adelante un plan de desarrollo económico y social.

Desde sus comienzos, Hess demostró una visión muy particular desarrollando como base importante del crecimiento tres principios fundamentales: calidad, cuidado del medio ambiente y compromiso social. Hoy, además de generar alternativas y oportunidades de trabajo, sirve como modelo para inspirar a otros. Pero no depende únicamente de su actitud, sino también del contexto nacional y global, y hoy la vitivinicultura es un negocio que crece al ritmo del mercado.

Algunos días atrás estuvo en Buenos Aires y habló con ConexiónBrando. Acá nos cuenta por qué decidió invertir en la Argentina y cómo se renueva día a día su empresa familiar.

ConexiónBrando: ¿Por qué decidió invertir en la Argentina?
Hess: Porque yo pienso en términos de variedades y como ya hago Cabernet Sauvignon y Chardonnay en California y Syrah en Australia, quería hacer Malbec y Torrontés, y el mejor lugar es la Argentina. Llegué al país por primera vez en el año 1983 y, casi por casualidad, mientras buscaba tierras cultivables para producir vinos, descubrí la bodega Colomé. La finca de 39.000 hectáreas tenía vida propia, pueblo propio, cultura propia e inmediatamente me cautivó.

¿Qué fue lo primero que le impactó del país?
Lo primero que me impactó, enológicamente hablando, fue el Malbec, aunque por esa época no se hablaba tanto de la variedad, tal vez por falta de confianza de parte de los productores en su potencial, pero a mí me encantó de entrada. Por eso en Colomé desarrollé ciento por ciento Malbec y también Torrontés porque creo que hay que enfocarse en uvas que tengan una identidad bien argentina y en un mundo tan globalizado hay que aprovechar la posibilidad de tener algo único.

¿Qué cambios observó en la industria desde su primera visita?
Es notable como mejoró la calidad, hoy casi no hay vinos con fallas. Antes eran sobremaduros, les faltaba frescura y no tenían la fruta que tienen hoy. Ahora, sin perder la intensidad son más elegantes, equilibrados y menos rústicos. En los últimos años se desarrollaron una serie de bodegas boutique con un enfoque bien claro hacia la calidad, y esto ayuda a crear la imagen de una industria más heterogénea y diversa frente a las bodegas grandes que lideran la exportación.

¿Cuándo empezó en el negocio del vino?
Si bien mi familia fue propietaria de una pequeña bodega en Suiza, recién en 1978 comencé a establecerme en distintas partes del mundo para producir vinos premium. Mi familia es originaria de la ciudad de Berna y durante ocho generaciones se dedicaron a la fabricación de cerveza y la hotelería. Yo empecé haciendo cerveza artesanal en Suiza, después embotellé agua mineral y recién después me dediqué al vino.

¿Cómo definiría el estilo de sus vinos salteños?
Son vinos de terroir con carácter e identidad. El potencial de calidad que tiene el norte argentino es enorme, posee condiciones únicas como altitud, intensidad luminosa, amplitud térmica, clima seco, suelos con buen drenaje y muchos viñedos de setenta a ochenta años que producen uvas de una increíble calidad. Cada día son mejores y los resultados en el mercado internacional hablan por sí solos.

¿Qué es exactamente el terroir?
Es un concepto fundamental cuando se hace vino de calidad y es lo que lo diferencia de otras bebidas industriales. El vino es el resultado de muchas variables (humanas, culturales, climáticas y de suelo) y todas son importantes para definir su personalidad. En un sentido clásico, incluye el suelo y el clima que, obviamente, tienen un peso significativo, pero el terroir implica algo más: la gente con su cultura, su modo de hacer las cosas y sus tradiciones, ya que el vino es la expresión de la comunidad que lo hace.

¿Qué tienen en común la industria del arte y del vino?
La pasión y la gente. A mí me gusta comer con los artistas, hablar con ellos y conocer personalmente a cada autor de mi colección. Comencé a comprar arte contemporáneo hace más de 40 años y en 1989 abrí mi primer museo en el valle de Napa dentro de la bodega, luego otro en Glen Carlou en Sudáfrica y en el 2009 inauguré el tercero en la bodega Colomé dedicado íntegramente a la obra de James Turrell. Ahora estoy construyendo el cuarto en Australia.

¿Cómo es su domingo ideal?
Me gusta mucho ir a la montaña, hacer cabalgatas y compartir con amigos actividades al aire libre. El contacto con la naturaleza es fundamental, me permite encontrar la cordura y tener una escala de valores real. Los tiempos reales y las dimensiones reales son los de la naturaleza no los del ser humano.

Fuente: conexionbrando.com

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